Una novela de terror futurista «sobre el miedo», con la que José Carlos Somoza vuelve a desconfiar del ser humano y un libro «sobre el poder curativo de la palabra» en el que la esperanza está precisamente en las personas, firmado por Juan Cobos Wilkins. Estas obras son la ganadora y la finalista del VI Premio de Novela Ciudad de Torrevieja, y sus títulos, 'La llave del abismo' y 'El mar invisible', respectivamente.
La ciencia ficción de Somoza es, a pesar de su horizonte futurista, «lo más actual» que ha escrito nunca. Y es que José Carlos Somoza (Cuba, 1959) ha conseguido en 'La llave del abismo' una «metáfora, una sátira» de nuestro presente gracias a la exageración de ciertos comportamientos. En la novela, los seres humanos son de diseño, la mala utilización de la ciencia ha llevado al mundo al desastre y «las creencias rigen la vida». «Quería hablar de cómo de ciegos podemos andar cuando la fe lo domina todo», añade. «Yo no espero nada bueno del ser humano, sólo soy optimista con la ciencia», sentencia. «En cien años, gracias a ella, podríamos vivir más, mejor y más seguros, y haber extendido el bienestar a eso que llamamos Tercer Mundo», apunta. «Pero no creo que el ser humano sea capaz de aplicarla de modo solidario».
Amor, soledad, libertad
Futuro negro entonces el que vislumbra el autor de 'thrillers' y libros de terror. Tal vez como ése que ha dibujado en 'La llave del abismo', donde los preceptos de una Biblia son seguidos a rajatabla por los creyentes, hasta el punto de dirigir y sacrificar a sus semejantes, fruto todos ellos de la selección genética, casi otro gran mandamiento. Para Juan Cobos Wilkins, la esperanza y el argumento de 'El mar invisible' es «el poder curativo de la palabra». «Yo creo en él, trabajo con ella, es gozoso y lucho para que no sea utilizada en vano», afirma.
Para hablar de la palabra ha ido al pasado, a una cárcel franquista en la que un condenado a muerte por asesinato pide pasar su última noche conversando con un maestro encarcelado por su orientación sexual y su ideología política. «Con estos personajes he podido tratar del amor, la soledad, la libertad», explica. También de los enormes cerrojos de las cárceles de antaño, como esa clausurada que visitó en Huelva en la que una placa recuerda a los gays represaliados durante el franquismo.
Fue aquella la que le animó a escribir la novela, que surgió en una de sus muchas visitas a otras cárceles. Ahora, en la prisión onubense, un club de lectura y una biblioteca llevan su propio nombre.
El Correo Digital