El gran desarrollo de la minería onubense se produce en el último tercio del sigloXIX cuando llegan a esta tierra las compañías extranjeras para explotar los yacimientos de sulfuros de la faja piritica ibérica. Las compañías más importantes por el volumen de sus explotaciones fueron inglesas: la Tharsis Sulphur and Cooper Company Limited, que en 1866 compró los derechos de explotación de las minas de Tharsis, y sobre todas, la Rio Tinto Company Limited que el año 1873 adquirió a la 1ª Republica Española la concesión a perpetuidad de las Minas de Rio Tinto. El montante de la operación supuso para las arcas del tesoro 92.800.000 ptas. un balón de oxigeno para la economía española que prácticamente estaba en bancarrota.
El Reino Unido en plena revolución industrial, demandaba grandes cantidades de azufre y cobre para cubrir las necesidades de su industria química y metalúrgica. Las compañías inglesas llegaron y explotaron a gran escala los yacimientos de Tharsis y Rio Tinto. La Rio Tinto Company Limited se convirtió en una de las mayores empresas de Europa, y Rio Tinto en uno de los complejos mineros más importantes del mundo. Para tener una idea del volumen que alcanzaron las explotaciones, en 1875, al poco tiempo de llegar los ingleses a Rio Tinto, se extraían de esta mina 112.000 Tm de mineral al año, de las cuales el 48% se exportaba y el 52% se trataba en Riotinto para la obtención del cobre. Once años después en 1886 se extraían 1.650.000 Tm al año, de las cuales se exportaba el 30% y el 70% se calcinaba al aire libre para obtener cobre. El método empleado para obtener el cobre era el llamado de cementación artificial, que consistía en la calcinación al aire libre (en las llamadas teleras) de las piritas ferro-cobrizas. En aquella época la minería era una actividad muy contaminante y la calcinación al aire libre una de las operaciones más agresivas contra el medioambiente.
Las teleras eran montones en forma de tronco piramidal con una base de leña o monte bajo como combustible, encima se situaba el mineral a calcinar, se prendía fuego al combustible, comenzando la calcinación lenta del mineral. La utilización de madera y monte bajo como combustible suponía una amenaza de deforestación en la zona y la emisión de grandes cantidades de CO2 a la atmosfera. La calcinación del azufre de las piritas suponía la emisión de toneladas de gases sulfurosos, unos gases irritantes que producían picores en los ojos y atacaban las vías respiratorias. La humedad y el agua convertía estos gases en lluvia acida que atacaba a los bosques y a las cosechas haciendo inviable la vida vegetal, siendo muy perjudicial para animales y personas. El producto obtenido por la calcinación de las piritas se pasaba por unas piletas de “aguas agrias” y por disolución e intercambio iónico precipitaba el cobre. Las aguas residuales de estos tratamientos pasaban a los arroyos, los ríos y las aguas subterráneas.
Durante treinta años (1845 – 1875), cuando los yacimientos eran explotados a pequeña escala, el tema de las calcinaciones y los humos representaba problemas puntuales y localizados que las compañías mantenían bajo control. A partir de 1875 la Rio Tinto Company comenzó la explotación a gran escala. En diez años se paso de extraer 112.000 Tm, a extraer 1.650.000 Tm/año (15 veces más) y de calcinar 60.000 Tm a calcinar 1.200.000 Tm/año (veinte veces más). El problema de los humos se multiplico por veinte, se vertían a la atmosfera cientos de miles de toneladas de gases sulfurosos que llegaron a afectar a mas de 200.000 Has. Los pequeños problemas puntuales y localizados de los humos se convirtieron en un conflicto que traspaso las fronteras de nuestra provincia y se convirtió en un problema de carácter nacional.
Los días templados en calma (sin viento), las nubes de gases sulfurosos se mantenían a baja altura, formando la famosa “Manta” que envolvía y contaminaba todo, convertía la atmosfera en irrespirable lo que era un problema para trabajar en la explotación. El método de las calcinaciones al aire libre, estaba prohibido en Gran Bretaña. Lo que a los ingleses no le permitían hacer en su país, lo empleaban aquí. Los pueblos de las zonas afectadas (entre ellos los 17 del Distrito de Valverde del Camino) comenzaron a denunciar la situación y a solicitar la prohibición de las “Teleras”.
Ante el gran número de denuncias y a la petición de las autoridades, la Rio Tinto Company solo cedió a conceder indemnizaciones en determinados casos. Ante la presión del Gobierno amenazo con rescindir el contrato y abandonar las minas. La Compañía justificaba el empleo de la calcinación al aire libre argumentando que era el único método rentable para la explotación de piritas con una baja Ley en cobre. Además, no solo se negaba a clausurar las “Teleras”, solicito al Gobierno que las declarara de utilidad pública para así poder expropiar las fincas afectadas. La fuerza de la Compañía era tan grande que tenia a la comarca como en un régimen colonial, su poder estaba por encima del bien y del mal (a Walter Browning, Director de la mina en el periodo 1908-1927 se le conocía como el “Rey de Huelva”).
A los agricultores, ganaderos y ciudadanos afectados por los humos se les presentaba un dilema, si solicitaban las indemnizaciones, tenían que iniciar un procedimiento judicial que la mayoría de las veces resultaba más costoso que el importe pagado por la Compañía, por lo que renunciaban a presentar las solicitudes. Solo les quedaba el derecho al pataleo.
Con el tiempo el problema se fue radicalizando, el Gobierno no tomaba medidas, ni obligaba a la Compañía a dejar las calcinaciones que eran consideradas como “abuso tolerado” lo que provoco que los afectados crearan en Zalamea la llamada Liga Anti humos. La Liga Anti humos estaba formada por agricultores, ganaderos, propietarios de fincas y ciudadanos de las zonas afectadas. Su presidente fue José María Ordoñez Rincón, abogado, yerno de José Lorenzo Serrano, propietario de fincas zalameño y promotor de la creación de la liga Anti humos. Uno de los personajes que más se implico en este conflicto fue el diputado a Cortes por el Distrito de Aracena Juan Talero García (Liberal), que defendió en el Congreso los intereses de los afectados y denuncio los abusos de la Compañía.
Noventa años antes de la gran explosión del movimiento ecologista (años setenta del siglo XX), surgió en la cuenca minera el germen de la lucha por la defensa del medioambiente, quizás sin proponérselo, pues la Liga anti humos surgió, mas como respuesta a un choque de intereses económicos y de poder entre los agricultores, los ganaderos y la Compañía, que por reivindicaciones puramente medioambientales. Al mismo tiempo, los humos también afectaban las condiciones laborales de los mineros. Los días que se situaba la “manta” sobre la explotación, no podían trabajar y no cobraban. Cuando tenían problemas de salud provocados por los humos y tenían que visitar al médico le descontaban 1 pta. de su cartilla por visita médica. Esto provoco un fuerte malestar en la población obrera, que empezó a reivindicar a la Compañía una serie de mejoras económicas y de las condiciones de trabajo.
Los directivos de la Compañía conscientes de su fuerza y su poder no cedieron lo más mínimo a las demandas de los mineros y a las peticiones de la Liga Anti humos por lo que el problema se fue enquistando convirtiéndose en un conflicto laboral y medioambiental. Los mineros convocaron huelga para primeros de febrero de 1888, con una manifestación pacífica para el día 4 que partiría de Nerva hasta la plaza del ayuntamiento de Rio Tinto. A esta manifestación se sumo la liga Anti humos que apoyada por agricultores, ganaderos y ciudadanos de los pueblos afectados partiría el mismo día desde Zalamea la Real. La mañana del 4 de febrero partió desde Nerva la manifestación obrera encabezada por Maximiliano Tornet líder obrero de ideología anarquista que trabajaba en las minas. La de la liga Anti humos (1ª manifestación con tintes ecologistas de la historia) salió de Zalamea la Real acompañada de una banda de música que le daba un tono festivo y pacifico a la concentración. Las dos manifestaciones llegaron al mediodía a la plaza del ayuntamiento de Rio Tinto. Más de doce mil personas reunidas de forma pacífica solicitando mejoras laborales y medioambientales (agricultura si humos no, gritaban los concentrados).
En el ayuntamiento el Gobernador Civil, las autoridades locales y directivos de la Compañía sobrepasados por la situación, pedían a los concentrados la disolución de la manifestación y la desconvocatoria de la huelga. A las puertas del ayuntamiento un batallón del regimiento de Pavía llegado en el tren minero separaba a los manifestantes del ayuntamiento. Los concentrados insistían en que se diera respuesta a sus demandas. El Gobernador se negó a negociar y a ceder, amenazando a los manifestantes con emplear la fuerza para disolver a la multitud. Sin saber de dónde ni de quien partió la orden, los soldados comenzaron a disparar y cargar contra los manifestantes que horrorizados corrían por todos lados. Una carga violenta, cruel y asesina masacro a una muchedumbre pacifica y festiva que solo demandaba que se cumplieran las leyes y se les dejara vivir en paz. Esta represión brutal dejo un reguero de cadáveres (hombres, mujeres y niños) esparcidos por la plaza del ayuntamiento.
El abuso de poder, el uso de la represión y de la violencia como método para solucionar el problema provocaron que “la sangre llegara al rio”. Desde entonces “las aguas del Tinto bajan mas rojas que nunca”. Las autoridades echaron una “Manta de humos” sobre el asunto y dejaron pasar el tiempo. La versión oficial redujo los hechos a un grave incidente con trece muertos y treinta y cinco heridos. Testimonios de la época, aseguraron que hubo decenas de muertos y desaparecidos y cientos de heridos (del líder obrero Maximiliano Tornet nada más se supo). Uno de los pocos que se atrevieron a contar lo sucedido y rebatir públicamente la versión oficial, fue el periodista y escritor José Nogales nacido en Valverde del Camino.
Después de estos graves sucesos, el 29 de febrero de 1888 el gobierno aprueba por decreto Ley la prohibición de las calcinaciones al aire libre (Teleras). A pesar de todo la Compañía no se da por enterada (hace oídos sordos) y sigue con las teleras hasta los primeros años del siglo XX (1907), época en que se apagaron definitivamente. El próximo febrero se cumplirán 125 años de una de las páginas más trágicas de la historia de las Minas de Rio Tinto, una tierra donde se sembró la semilla que tiempo después terminaría germinando en la lucha por los derechos laborales y medioambientales en Andalucía. Juan Castilla Navas.
Fuentes de consulta:
-Las Calcinaciones al aire libre en la provincia de Huelva.
-Los sucesos de 1888 según los directivos de la RTCL. (Mª Dolores Ferrero Blanco).
-Los ingleses en Rio Tinto. 1873-1954 (Antonio Blanco Freijeiro).
-El año de los tiros. (M Domínguez Cornejo/A Domínguez Pérez de León).
Juan Castilla Navas
Valverde Diario