En días en que todo se cuestiona, aparece de pronto la poesía como una salvación. A lo largo de meses, de horas acumuladas de lecturas, sigo pensando que la poesía nos salva. Me ocurrió con la poesía de Claudio Rodríguez. Me vuelve a suceder, ahora, con Para qué la poesía, el libro más reciente de Juan Cobos Wilkins. Empezando por el título, que es una actualidad: Para qué la poesía, si ahora lo que tenemos es que hablar de la prima de riesgo, del déficit, de una más que posible intervención, del derecho de huelga, de la reivindicación ciudadana justa y pacífica de nuestros derechos laborales, pero también de cómo alguna gente ha vulnerado el derecho a trabajar, vigente en días de huelga, con formas propias de las juventudes hitlerianas. Para qué la poesía, para qué hablar del extraordinario poema Mater, que es un diálogo del poeta con la figura de la madre o los recuerdos latentes de la madre, un poema de carne, vivo y tembloroso, un poema que es una esperanza, la recuperación de unas vivencias que ahora el hijo va contándole a su madre, rescribiendo su voz, esa biografía de los tejidos.
Para qué la poesía. Para seguir viviendo, para poder tocar el sol de Huelva, para ayudarnos también a respirar. Para que mi amigo Javier Astasio pueda decirme por correo electrónico que el último libro de Juan Cobos es su oxigenación, un manantial secreto en medio del derrumbe, una delicadeza en el decir poético que nos hace de pronto sostenernos encima de cualquier titular, creer que nos eleva y que al final sea verdad. ¿Para qué la poesía? Para vivir, para sanar, nos responde el poeta, en el poema que da título al libro. "No me olvides poema último amor para sanar para vivir", dice al final, cerrando la composición. No me olvides, poema. No me olvides, sustancia que es el vuelo de la celebración, siguiendo con la referencia a Claudio, pero también su alianza y su condena. No me olvides, porque nunca las noticias han sido tan descorazonadoras, tan hirientes, tan deshumanizadas. Y de pronto aparece la poesía y vuelve a responderme por qué escribo: porque nunca fue más bello en engaño, que diría Javier Lostalé. No sé si vivir es "lo invisible que sucede a otros", pero sí que al leer, al escuchar de nuevo la palabra poética, lo invisible se vuelve más tangible y llega a hacerse táctil, a descubrir sentidos interiores que pueden trascender la realidad.
Para qué la poesía no es estrictamente una receta para salir de la crisis, o quizá sí: porque es belleza y memoria, es desvalimiento, fortaleza, y es renovación: un renacimiento desde cada minuto. ¿Para qué la poesía? Para no dejarnos arrastrar por el desánimo del más duro escenario. Para encarar el lunes, para fijar la luz.
Joaquín Pérez Azaústre
Diario de Sevilla