Como ya apuntamos en el primer capítulo, las razones de la manifestación del 4 de Febrero de 1888 fueron tres: los daños de los humos sobre la agricultura, especialmente en Zalamea la Real, los problemas de contaminación y salud pública causados por esos humos y el malestar de los obreros por razones laborales.
Conviene ahora entrar un tanto en profundidad en la situación en que se encontraban en aquellos años los mineros. Desde que los ingleses se habían hecho cargo de las minas de Riotinto, la producción aumento de forma considerable y ello trajo consigo un aumento desproporcionado de la población por la llegada de mano de obra procedente de otras provincias españolas y del sur de Portugal.
Este aumento de población se registró especialmente en Nerva y Riotinto donde se crearon barrios mineros para atender al alojamiento de los nuevos obreros ( El Valle y el Alto de la Mesa nacen precisamente como poblados mineros). También ocurrió esto, aunque en mucha menor medida, en Zalamea y El Campillo (1), siendo la primera de estas poblaciones, debido a su distancia, la que tuvo una menor incidencia en su nivel de población aunque no por ello dejó de tener entre sus habitantes un número significativo de obreros ocupados en las minas. En Riotinto y Nerva los mineros vivían hacinados y no era extraño encontrar a más de una familia alojada en la misma casa en condiciones de salubridad que dejaban mucho que desear.
Por otra parte la Compañía mantenía una política de despidos muy rigurosa contra todos aquellos que demostraban una vida no acorde con sus gustos. Eran frecuentes en los poblados mineros los robos y peleas como consecuencia, en muchos casos, del consumo de alcohol. La compañía inglesa era intransigente con los infractores y generalmente a los despedidos se les expulsaba de las viviendas que ocupaban, que casi siempre eran propiedad de la empresa. Normalmente los despedidos solían marcharse si eran inmigrantes pero en otros casos permanecían en la zona vagando y viviendo de la caridad ajena.
Los sueldos que recibían los obreros oscilaban entre los 15 y 21 reales al día; sueldos que en relación con los que se cobraban en el campo eran muy elevados (en el campo el salario medio por día era de 8 reales), sin embargo el trabajo en la mina era mucho más agotador y estaba sometido a un mayor riesgo de accidentes y enfermedades y cuando los humos impedían el trabajo en algún departamento no lo cobraban o recibían sólo la mitad. La empresa disponía de un servicio médico y farmacéutico para los mineros pero les descontaba una peseta semanal para contribuir al coste de este servicio.
Toda esta situación creo un enorme malestar de fondo entre la población de las minas, especialmente en los pueblos de Riotinto y Nerva. Y fue en estas circunstancias cuando llegó, en1883, Maximiliano Tornet, líder sindical de filiación anarquista que comenzó a realizar actividades para movilizar a los trabajadores y exigir a la empresa cambios en su situación. Una vez que fueron descubiertas sus actividades sindicalistas fue despedido y pasó algunos meses en la cárcel pero puesto en libertad volvió de nuevo a Riotinto aunque no fue contratado de nuevo.
Las exigencias de los mineros se fueron concretando en un aumento de sueldo, una reducción de la jornada laboral y la supresión de la peseta de contribución médica.
(1) En 1888, El Campillo era aún una aldea perteneciente a la jurisdicción de Zalamea la Real. Con la explotación de la minas registró un sensible aumento de población que le llevó a independizarse de Zalamea en 1931.
Foto: Grupo de obreros de las minas de Riotinto
Manuel Domínguez Cornejo - Antonio Domínguez Pérez de León
Zalamea, la otra mirada