domingo, 28 de mayo de 2006
Juan Cobos Wilkins
Artículo aparecido en el diario Odiel Información el Miércoles 02/03/2005.
Ayer, el escritor onubense Juan Cobos Wilkins cruzaba bajo la lluvia la Plaza del Punto, de Huelva, con el paraguas abierto y una bolsa de barras de pan en la mano como si atravesara un escenario en plena función teatral. Juan Cobos Wilkins, que acaba de publicar el libro de relatos titulado Siete parejas y un solitario (Plaza y Janés, 2005), vive en escritor/escritor, ya esté en una tertulia en el café Gijón, de Madrid, o salga de una mantequería, pues además sabe que es el pan algo muy literario desde que Francisco Umbral escribiera Iba yo a comprar el pan (Sedmay Ediciones, 1977).
Antonio Gala -del que la prosa de Juan Cobos Wilkins ha recogido cierta musicalidad, algunas tonalidades del brillo- dijo hace año que no quería dejar de ser el niño que fue, pues los niños se sorprenden cada día con lo que ven y esa capacidad de deslumbramiento constituye la esencia de la literatura. Juan Cobos Wilkins vive diariamente descubriendo Nunca Jamás, ubicado en un lejano país de la imaginación, diminuto y débil, amigo de Peter Pan, con el que comparte su renuncia a crecer, a entrar en el mundo de la madurez. En uno de sus cuentos recoge una cita de San Agustín: "De niño pasé a ser muchacho, o lo que fuera que viniera a mí ocupando el lugar de la infancia. La infancia, no obstante, no se marchó: pues ¿adónde iba a ir?". La infancia es un derroche de vida. Un niño, en su universo de mandarina, infunde vida a cuanto le rodea. Los juguetes cobran vida en la casa cuando el niño está. Juan Cobos Wilkins consiguió, por ejemplo, que Juan Ramón Jiménez volviese a estar vivo durante los años en que dirigió la Fundación del Premio Nobel, con sede en Moguer.
Juan Cobos Wilkins recogió perfiles del estilo de Juan Ramón para su poesía, pero se ha convertido, sobre todo, en uno de los principales estudiosos y ensayistas de la obra juanramoniana.
Como Baudelaire, Juan Cobos Wilkins considera que hay que ser sublime sin interrupción. La cocina de su casa, en un ático que está más cerca de Nunca Jamás que de Huelva, tiene un rincón idéntico al de cualquier café literario de París. Hoy miércoles, Juan Cobos Wilkins puede regresar tranquilamente del mercado de abastos de Huelva, con la cesta llena de pescado fresco, ajustando mentalmente un poema, con el mismo toque sublime con el que avanzaría por la alfombra roja de la ceremonia de entrega de los Oscar, cogido del brazo de Hillary Swank, que también se habría puesto para él un vestido de color azul con el escotazo hasta el culo.
Luis Eduardo Siles