El pueblo símbolo de las protestas obreras de los siglos XIX y XX dormita en pleno siglo XXI aletargado entre las prejubilaciones mineras. El Hospital le ha salvado del paro forzoso.
Parece que Riotinto siempre ha funcionado mejor en las etapas duras de la historia porque ha llegado al siglo XXI exhausto, agrietado y troceado en una notaría.Una división horizontal que impide, entre otras cosas, que las minas que nacieron hace 5.000 años de las entrañas de la Faja Pirítica Ibérica, hoy cerradas, puedan reabrir sus puertas y dar empleo a parte de ese casi 60% de paro que se acumula en sus estadísticas locales entre los 19 y 55 años.
Fue siempre un lugar de peregrinación obrera, una especie de probeta donde se ponían a prueba los movimientos sociales y políticos que despertaron en Europa después de la Revolución Francesa.
Por sus cortas no sólo desfilaron líderes obreros sino que atrajeron a reyes, dictadores y ministros. Por este enclave minero español pasaron Alfonso XII, Primo de Rivera y hasta Francisco Franco. Este último eligió un día que llovía tanto que tuvo que ver la mina tapado.
Tal era el ardor franquista que consumía España a principios de la década de los 50 que hasta en este templo del anarquismo, en esta aldea gala del socialismo, en este emblema de las huelgas -hasta de brazos caídos las hubo poco antes del la Guerra Civil-, surgió un grupo de presión popular que intentó ponerle de nombre al pueblo Riotinto del Caudillo. El intento fracasó por falta de apoyo popular. La Guerra Civil y la represión estaban muy cerca.
Paradójicamente, con la democracia, los políticos dejaron de mirar a Riotinto. Dejó de tener influencia. Más bien temían que despertara el ardor minero en esos momentos tan delicados. Ni Adolfo Suárez, ni Calvo Sotelo, ni Felipe González, ni José María Aznar, ni Rodríguez Zapatero tuvieron querencia por el cobre. Ninguno vino a ver las minas de Riotinto. Y eso que González estuvo a apenas unos metros de allí el día que participó en el homenaje al histórico secretario general del PSOE de Huelva Curro López Real, en la vecina Nerva.
En estos poco más de 30 años de democracia, las alegrías no han sido muchas por estos pagos sulfurosos. De aquel millar y medio largo de mineros en 1982 hoy sólo quedan cuarenta agarrados a una empresa, Emed Tartessus, que ha comprado las minas quizás sin saber que un diablo con compás kafkiano había diseñado el reparto horizontal de la propiedad que fue subastada por las deudas acumuladas con la Seguridad Social.
El interés de Emed es tal que su consejero delegado, Harry Anagnostaras Adams, no ha dudado en agarrarse a la Patrona de los mineros para ganar adeptos.
En Riotinto siempre ha habido división. Incluso hoy, una misma calle parece llamarse de tres formas distintas: Avenida Virgen del Rosario, Calle 4 de Febrero (en honor de las víctimas del Año de los Tiros caídas por la fusilería del Regimiento Pavía tal día de 1888) o Santa Bárbara, iglesia en donde confluyen esos tres caminos. Dividido. Como estuvo entre Comisiones Obreras, UGT y la Compañía minera.
Tal y como sigue en la actualidad, en una encrucijada de terrenos que se reparten tres empresas: Emed Tartessus, Rumbo 5.0 y Zeitung. Las dos últimas, promotoras, que impiden el laboreo minero de la multinacional Emed Mining.
Hasta políticamente el pueblo ha caído en una especie de división que no hace más que alargar su situación de inestabilidad. Dividido entre tres: PSOE, PP e IU. Los tres partidos que se reparten los 11 concejales. Cuatro para los populares, cuatro para los socialistas y tres para Izquierda Unida. Lo nunca visto por aquí pero que deja entrever cuánto ha cambiado la localidad en treinta años.
Desde que la mina cerró sus puertas en 1999 la afición por la izquierda ha menguado significativamente. Tanto que ha pasado de los 1.627 votos cosechados por el PSOE, los 278 de IU y los 460 del PP en 2004 a los 927 del PP, 763 del PSOE y 577 de IU en las municipales de 2011.
Todo un terremoto político que ha desbancado al PSOE del Ayuntamiento, donde había gobernado ininterrumpidamente desde que Manuel Peregrina, el primer alcalde independiente en la lista del PCE, pasó el testigo a una de las primeras mujeres socialistas que llegaron a una Alcaldía, Gabriela de la Fuente.
Ha sido otra mujer, Rosa Caballero (PP) la que ha conseguido arrebatar la plaza al PSOE, aunque fuera con el apoyo de IU.
Dice Carmelo Rufo, el presidente de los comerciantes locales y restaurador, que Riotinto sobrevive gracias al Hospital Comarcal.
Y es verdad. Es la empresa más grande y próspera que hay en la localidad y en toda la Cuenca. Da empleo a 550 profesionales de la sanidad y atrae a Minas de Riotinto cada día a centenares de personas de la Sierra y la comarca minera. Funciona desde 1984.
Gracias al hospital que trajo el ministro Ernest Lluch y al proceso de prejubilaciones mineras firmado bajo el paraguas de José María Aznar y de Manuel Chaves en los albores de 2000, el pueblo vive bien.
Algunos dicen ya que no es ni más ni menos que un pueblo aburguesado, la antítesis de lo que fue. Hasta se puede jugar al golf en uno de los campos más antiguos de España y tomarse un whisky en un salón Men Only (sólo para hombres) del Club Inglés de Bellavista, al que sólo un litigio judicial, impulsado por la nueva burguesía sanitaria, logró quitar su aceptado encanto colonial.
Minas de Riotinto mira hoy desconsolado cómo desde Corta Atalaya se agranda una enorme grieta que le llena de inquietud. Y se queda atónito al ver que el símbolo de su diversificación hacia el turismo, el Hotel Santa Bárbara, inaugurado en 1998 por la Junta, ha sido asaltado, destrozado y saqueado sin que nadie vea ni oiga nada. Y aquí se acuerdan de la santa cuando truena.
Rafael Moreno
Foto: Rafael Cortés